LAS COMUNIDADES AFRO EN EL CENSO
Los Censos son una herramienta fundamental de los Gobiernos para determinar el número y las características de las personas que viven en un país. Son instrumentos, que brindan información fundamental sobre necesidades y/o carencias en la calidad de vida de las personas, y revelan la composición étnica de un país, entre muchos otros datos clave. Con base en esos datos, se toman diversas e importantes decisiones, como por ejemplo, el tipo de políticas públicas que se requieren y que son posibles de implementar a partir de una distribución eficiente y equitativa de los recursos públicos.
Sin embargo, en muchas regiones de América Latina, la construcción y uso de los Censos continúa enfrentándose a importantes retos. En nuestra región, existen aún casos en que los Censos contribuyen a continuar invisibilizando a ciertos grupos poblacionales por varios razones, que van desde la formulación de un cuestionario que niega la existencia de ciertos sectores de la sociedad, hasta fallos en el momento de la recolección de los datos.
Guatemala, por ejemplo, se enfrenta a un reto clave en cuanto al reconocimiento de las comunidades afrodescendientes tanto desde la institucionalidad como desde la cultura popular. De hecho, según el Censo del 2012, las comunidades afro representan únicamente un 0.04% de la población, porcentaje que representa básicamente sólo a las personas de la comunidad garífuna, pero ¿qué pasa con el resto de la población afro del país?
Al respecto, Joanna Wetherborn de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, menciona una anécdota muy particular relacionada con su experiencia durante el Censo en Guatemala: “yo recuerdo que cuando estaba estudiando en secundaria nos pasaron la boleta, pero en esa boleta, en Amatitlán, sólo decía: indígena, latino o mestizo. Entonces yo, con toda la ignorancia del caso, voy y le pregunto a mi maestra: ¿y aquí qué pongo? Y me dice: ponete como mestiza porque tú no sos indígena. Y es cierto, no era indígena, pero no había una categoría que me recogiera a mí” (Entrevista Joanna Wetherborn)
En el caso de México, no fue sino hasta el 2016 que los afromexicanos (1.2% de la población) obtuvieron su debido reconocimiento en la nueva edición del Censo, en parte gracias a la campaña de movimientos ciudadanos como México Negro.
En Colombia, aunque dentro de la composición étnica del país se reconoce a las comunidades palenqueras, raizales, pueblo rom, indígenas y afrodescendientes, los datos del Censo sobre estas poblaciones, aún presentan limitaciones a la hora de reflejar de manera precisa la composición social del país. Según algunos voceros de las comunidades afro, durante el último Censo los encuestadores no llegaron a varias regiones de difícil acceso, habitadas mayoritariamente por estas comunidades. Además, en algunos casos, fueron los mismos encuestadores quienes llenaban esta parte del formulario a partir de su propia apreciación de las características físicas de los entrevistados. Esta situación, también fue puesta en evidencia por comunidades afro del Perú en uno de los talleres que nuestro equipo ofreció en diciembre de 2017.
Sobre este asunto, es clave reflexionar sobre el hecho de que la identidad étnica de las personas no sólo está determinada por características fenotípicas, sino que es una construcción mucho más compleja, que también implica el reconocimiento y apropiación de prácticas, tradiciones, y otros procesos de tipo cultural.
Según el Censo 2012, la población afrodescendiente de Colombia corresponde al 10.3%. Sin embargo, según lo publicado en el periódico El Tiempo y otras fuentes, se presume que en realidad se trata de más del 20% de la población. Esta diferencia de 10 puntos puede atribuirse a ineficiencias en el proceso de recolección de datos, y también a un problema relacionado con un limitado autoreconocimiento de la comunidad negra con lo afro, un efecto que podría estar ligado al racismo y la exclusión histórica que ha sufrido esta población.
A muchas personas colombianas y comunidades afro de América Latina les cuesta aceptar públicamente que son negros, cuando hacerlo significa posicionarse en un lugar que se ha asociado de manera sistemática con un acceso limitado a los servicios básicos y con deficiencias en la garantía de los derechos de primera generación y, por supuesto, de segunda, tercera y cuarta generación. No es fácil vivir con el estigma de ser descendientes de quienes fueron esclavizados por sus pares, y que aún hoy ocupan en muchos casos las posiciones y cargos menos reconocidos y valorados por la sociedad, y alrededor de lo cuales hay todo tipo de prejuicios.
En Brasil por ejemplo, como resultado, entre otras cosas, de una mayor conciencia por parte de la misma población de eliminar las barreras sociales para identificarse como afro, se ha logrado que la población que se identificaba como blanca hace 20 años cayera en 10 puntos porcentuales, según entrevista dada por Marcelo Paixão, profesor de la Universidad de Texas en Austin.
Así, resulta de suma importancia continuar trabajando en mejorar los procesos de recolección de datos, entendiendo que la información obtenida durante ese proceso es fundamental para una adecuada planeación económica y social. Igualmente, un proceso de reivindicación histórica y cultural es imprescindible para revertir esta situación, reforzando el orgullo de ser afro, el autorreconocimiento en el censo y el ser parte de una sociedad que valora la riqueza de la diversidad.